La reciente visita del Papa a Madrid ha tenido algo de imperial y mucho de espectáculo (la reunión en Cuatro Vientos parecía un macroconcierto). Para ciertos círculos católicos rechinaba que el protagonista absoluto fuera el Papa, y no la fe o la figura de Jesús. Para muchos madrileños rechinaba todo: la ostentación, el estatus de jefe de estado del Papa (otorgado en su momento por Mussolini, nada menos), la movilización de miles de jóvenes como un acto de poder, más que de fe… Desde el punto de vista de los católicos militantes, ha sido una semana de “comunión” y de “alegres cánticos” (como el pasado lunes, con la calle Alcalá invadida por los “kikos” , que marchaban con banderas, cantando, arriba y abajo, para celebrar su acto con el fundador del movimiento neocatecumenal y Rouco, que quería apuntarse el tanto). En realidad, Madrid ha vivido con cierta alteración la semana de visita papal; los jóvenes católicos (por otro lado, en su derecho de expresar públicamente su religiosida...