"Hay que obligarlas a ser libres"


En aras de la igualdad, vuelve a discriminarse a una persona por un supuesto "símbolo religioso". Un instituto de Madrid prohibe a una alumna asistir a clase si lleva el el hiyab. La justificación: normas del colegio. En la practica: se exige a una joven de 16 años abandonar un centro donde estaba integrada y que se separe de sus amigas. Además se la pone en el punto de mira, los políticos encuentran un nuevo tema para exhibir sus diferencias y los radicales xenófobos un nuevo objetivo para acosar (llenan las paredes del instituto con carteles amenazantes).

Hay dos posturas que niegan a esta joven el derecho a asistir a clase con un pañuelo en la cabeza. Los que creen que es un símbolo religioso que no tiene cabida en un centro educativo laico y que, además, como estas jóvenes visten así obligadas por sus padres hay que liberarlas de la coacción de su religión y su familia.

Los que así opinan dudo mucho que hayan hablado nunca con alguna mujer musulmana, de manera que hablan en base al tópico. Si charlaran con alguna de ellas entenderían que el pañuelo es expresión religiosa, pero también es una forma cultural y, en el caso de las más jóvenes, en ocasiones una forma de afirmar su identidad, como otros jóvenes lo hacen con tatuajes, piercing, rastas, vaqueros rotos, etc., que no se prohíben para ir a clase.

Por otro lado están defendiendo un concepto erróneo de la laicidad. Que un colegio sea laico implica que no debe mostrar signos de ninguna religión, como institución debe ser neutro. Sin embargo, eso no significa que los alumnos deban esconder o negar sus diversas religiones. Laico no significa anticlerical. Si hubiera niñas hindúes no tendría sentido obligarlas a borrarse el bindi de la frente, igual que nadie exige a un alumno católico que se saque el crucifijo del cuello.

Instituciones laicas son compatibles (así lo dice la ley) con libertad religiosa. No se trata de que lo laico prevalezca sobre lo religioso o que lo religioso deba ocultarse o limitarse a la esfera de lo privado como algo molesto. Sino que, en un contexto laico, puedan expresarse con libertad y en armonía tanto el ateísmo como la religiosidad. Sin discriminación y sin predominancia de uno sobre otra.

Hay otro grupo contrario al velo. Los que exigen que los extranjeros deben adaptarse a nuestras castizas costumbres (pasan por alto a los españoles musulmanes, pero eso les da igual). En realidad, el velo les da igual. De lo que verdaderamente están en contra es de las niñas musulmanas, de las mujeres musulmanas, de la religión musulmana. Es un rechazo visceral, una sensibilidad que justifica la discriminación en base a su miedo a lo diferente.

Ambas posturas saltan por encima del derecho a expresar las propias ideas o la propia fe. Algo llamado "libertad de expresión", un derecho supuestamente ya conquistado. Los primeros representan al "despotismo ilustrado": «...y al que no quiera ser libre le OBLIGAREMOS a ser libre». Los segundos hacen de su ombligo el mundo y de sus temores su guía de conducta.

Y finalmente, el trasfondo de toda esta polémica no es "liberar" a una joven. Se trata de hacerla sumisa. Y con ella, a todos los que son diferentes. Porque, aunque nos engañemos, lo más importante en nuestra sociedad de libertad es la sumisión a las normas.

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