Como en los viejos tiempos... de la dictadura

Parece que las nuevas consignas contra los inmigrantes se van poniendo serias (más serias). Ya sabía que están empezando a pedir papeles en las puertas de las asociaciones de inmigrantes, pero hoy me han contado la experiencia de primera mano.

Lugar: un locutorio en el barrio de Tetúan, Madrid. Gente llamando por teléfono, quizá en plena conferencia con su país. Llega una pareja de policias (hombre y mujer), empiezan a pedir papeles e impiden la salida a todos los clientes del local y los retienen hasta identificar a todo el mundo. Algunas personas tensas, otras asustadas, otras nerviosas, porque la policía siempre impone. Sobre todo, cuando llegan autoritarios, sin admitir ni un mal gesto.

Casi le cuesta acabar en comisaría a una pareja de amigos míos, españoles, porque ella, con los nervios no recordaba si llevaba el DNI. Cansada, después de todo un día de trabajo, con un fuerte dolor de espalda, no aceptó de buen grado colgar el teléfono a mitad de la conversación. "No me pongas mala cara", le espeta la mujer policía, las dos de la misma edad, unos 30 años. Mi amiga se justifica, no se encuentra bien. O sube a casa a buscar su documentación o les van a tener que acompañar a comisaría.

Finalmente, encuentra el DNI y lo entrega. Sin embargo, el policía empieza a redactar una multa. Indagan el por qué, es por "no entregar la documentación cuando se les pidió", piensan que se burlan de su autoridad. Mis amigos no son de los que se rinden fácilmente e insisten hasta que el polícia rompe la multa. Aún así, mi amiga se encara con la mujer polícia "!qué poca humanidad, te digo que tengo una contractura y me obligas a quedarme aquí!", lo cuál no le haría mucha gracia a la policía. "Es mi trabajo".

Como si no fuera una elección, en qué invierto mi tiempo, cómo me gano la vida.

Puedo plantar tomates o retener a personas que no han hecho nada, que no han cometido ningún crimen, contra su voluntad y, si no cumplen cierto requisito administrativo, puedo detenerles, sacarles a la fuerza de su casa, de su familia, meterles en un avión y devolverles a su país. Es igualito...

Mis amigos, a pesar del mal rato, pudieron volver a su casa. Pero el resto de clientes del locutorio allí quedaron, algunos con papeles, irían a sus casas. Otros no tendrían tanta suerte.

"No había visto nada igual desde los tiempos de Franco", comentó alguien.


Viñeta de Asier y Javier, del diario METRO.

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